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lunes, 7 de marzo de 2011

27 de febrero de 2011: Preparando la semana

Tras la llegada a Ausserd en el coche del Protocolo y reencontrarnos con la familia, el día del aniversario de la proclamación de la R.A.S.D, lo primero que hicimos fue buscar a alguien dispuesto a ser contratado, que tuviese coche, para hacernos de guía y llevarnos a los diferentes sitios que teníamos que visitar durante toda la semana.

Nuestra familia nos recomendó a un chico al que conocían, lo llamaron y vino a la jaima para hablar con nosotros. Nos ayudó a entendernos con él un primo de la familia, un saharaui que estudió en Cuba y habla bien castellano, con el acento de la isla.

Le explicamos al chico que sería nuestro conductor que necesitábamos plena disposición durante toda la semana y estuvo de acuerdo. Tras fijar el precio del alquiler de su coche y su servicio como guía, le dijimos que al día siguiente, temprano, necesitábamos ir a Dajla, un campamento que se encuentra alejado de todos los demás más de 100 km y quedamos con él a las 9 de la mañana para que viniese a buscarnos.

Tras esto, vaciamos nuestras bolsas, le entregamos las medicinas a la hermana mayor de la familia, que es farmacéutica, para que dispusiese de ellas; y sacamos toda la ropa de niño, juguetes, material escolar y caramelos que habíamos llevado, además de varias cajas personalizadas para cada miembro de la familia donde habíamos metido varios regalos.

Primero la hermana mayor apartó la ropa que se quedaría para sus hijos y después llamó a otras madres y niños del vecindario, por lo que en un momento la jaima estuvo llena de pequeños probándose ropa.

Foto: Álvaro Sánchez

Foto: Álvaro Sánchez

A los saharauis les encantan los caramelos, así que les dimos algunos y los demás se los quedó la familia, ya que para ellos es costumbre que cuando hay una visita, les obsequien con un dulce, si lo tienen, sobre todo a los niños. A los adultos además, les dan colonia para que se echen, lo que me dejó bastante asombrada, y por supuesto, hacen té.

Durante todo el día, cada cierto tiempo, una de las hermanas encendía los carboncillos para hacer té. Al parecer, además de ser su costumbre, les ayuda a hidratarse y a refrescarse, además de mejorar la circulación cuando hace mucho calor, para lo que también le añaden hierbabuena.

Foto: Álvaro Sánchez

Son tres tés muy dulces, el primero es amargo “como la vida” (el más fuerte), el segundo, con más agua añadida, es dulce “como el amor”, y el tercero, de nuevo rebajado, suave “como la muerte”.

Como digo, tomas té todo el día. Antes del desayuno, durante la comida, por la tarde, antes de la cena, durante la cena… y es importante aceptarlo, aunque no te apetezca en algún momento.

Después de pasar un largo rato en la jaima, fuimos a las tiendas. Son pequeñas construcciones de adobe, llenas de arena, donde se vende comida, ropa, útiles de cocina, pendientes, collares, móviles… Elvira compró con un móvil para llamar a España y a otros campamentos, ya que sale muy, muy barato. Antes no había cobertura, pero me sorprendió ver que tras dos años sin ir, muchas cosas habían cambiado. Ahora por el día puedes hablar por teléfono, antes era imposible; es más, casi todo el mundo usa móvil. Otro de los necesarios pero cuestionables avances concedidos por Argelia.

Foto: Álvaro Sánchez

Aprovechando la visita a la zona de comercio, quisimos comenzar con nuestro reportaje. Desde Thawra (http://saharathawra.org/) nos habían pedido que grabásemos a saharauis de diferentes edades a los que tendríamos que preguntar qué opinaban del desmantelamiento del Campamento Dignidad y qué sentían sobre la situación que vivía el pueblo saharaui, además de hacer la petición que considerasen oportuna tanto al gobierno español como a otras autoridades.

Pero nadie quiso hablar. Preguntamos a hombres mayores y a jóvenes, pero en cuanto les explicábamos de qué iba el reportaje nos decían que tenían prisa y desaparecían, o directamente que no querían ser grabados aunque no apareciese su cara y solo se escuchase su voz. Tienen miedo. Fue imposible obtener ninguna información de la gente de la calle, y de otras personalidades no queríamos hacer el reportaje, porque ya conocemos su discurso.

Por la noche estuvimos con el primo de la familia, el saharaui que había estudiado en Cuba, y nos contó que estaba en el campamento viviendo con su madre, que sufre una parálisis total. La cuida durante todo el día todos los días.

En primero lugar, le contamos uno de los objetivos de nuestro viaje, grabar el pequeño reportaje sobre la situación saharaui y nuestra experiencia en el primer intento de iniciarlo, y él nos dijo que era normal que la gente se escondiese. Nosotros le explicamos que así no podíamos ayudar, no podíamos llevar sus testimonios fuera de los campamentos, a nuestro país, y le preguntamos si él estaba dispuesto a que le grabásemos. Pero también se negó. Nos dijo que fuera de cámara nos contaría lo que quisiésemos, y así fue.

Le preguntamos por el desmantelamiento del campamento Gdeim Izik. Nos aseguró que todo lo que decían los medios “extraoficiales” era verdad, que la represión marroquí fue brutal, que Mohamed VI avisó a los saharauis que si no salían del campamento por las buenas entraría con toda su fuerza, como finalmente hizo. Que en un principio solo reivindicaban derechos sociales, como trabajo, vivienda, sanidad… pero que tras el ataque marroquí se tornó a ideas políticas de independencia. Tras la expulsión de los saharauis, Marruecos envió excavadoras y maquinaria para “tapar” los restos del campamento, para que nadie pudiese ver qué había pasado. Que por eso tampoco se dejó entrar a la prensa, que todo fue de una enorme brutalidad. No sabía el número de saharauis que murieron, pero las noticias que llegaban a los campamentos desde territorio ocupado no eran nada alentadoras.

Nos aseguró que las torturas y encarcelamientos de saharauis fueron reales y nos preguntó por qué nadie hacía nada contra esto. Nosotros le explicamos, aunque él ya lo sabía, las posiciones de los gobiernos, incluido el nuestro, que responden a intereses económicos que anteponen a los mismísimos derechos humanos, y que por ello es muy difícil que se opongan a Marruecos. Que nuestra gente salió a la calle a protestar por la inactividad del gobierno y por la crueldad de Marruecos respecto a los saharauis, pero que poco se puede conseguir así. La única forma de cambiar el rumbo de este pueblo solo pasa por la exigencia a nuestro gobierno de que adopte una postura contundente frente a Mohamed VI. Él nos dijo que lo sabía, que sabía que los españoles apoyaban a los saharauis, pero también ve difícil un cambio en las relaciones de nuestro gobierno con Marruecos.

Tras esto nos preguntó por otros temas. Hablamos de la crisis en España, de la subida de impuestos, del paro, de los problemas que está sufriendo la gente para salir adelante, de que muchos inmigrantes están saliendo del país por no ver futuro…

Nos preguntó por la familia, que si en España la gente se casaba y que si teníamos muchos hijos. Le dijimos que alguna gente no se casa ni tiene hijos, que viven juntos y ya está. Que otros sí se casan y tienen un hijo o dos, pero que ahora la situación no es fácil para tener una familia. Él nos contestó que para los saharauis casarse y tener hijos es importantísimo, primero porque son los que te cuidarán el día de mañana cuando seas viejo, y segundo porque así se perpetúa su pueblo.

Que si un hombre puede mantener a varias mujeres, puede casarse con varias, que el Islam lo permite, pero solo si puede garantizarles a todas la misma vida, sin diferencias ni favoritismos. Pero que eso entre los saharauis es muy raro, ya que no tienen dinero para mantenerlas a todas.

Nos preguntó por el divorcio, que si era fácil, que si estaba bien visto. Le dijimos que sí, que en España mucha gente se divorcia y no pasa nada de cara a la sociedad, que cada vez la situación está más normalizada, y que tanto el hombre como la mujer pueden decidir si quieren divorciarse.

Él nos dijo que allí una mujer tiene que obtener la “carta de libertad” del marido, que si él no se la da, ella no puede volver a casarse ni vivir con otro hombre. El marido sí, él puede divorciarse y casarse con otra sin problemas. Le preguntamos si eso le parecía justo y él nos dijo que su ley decía eso, pero no parecía convencido de su idoneidad.

Tras esta larga conversación él se fue y nosotros nos acostamos. Todos dormimos juntos en la jaima, la familia en el suelo como es su costumbre, y nosotros en colchones de gomaespuma que por el día hacen de sofás, tapados con varias mantas, ya que en el desierto, tras el calor del día, por la noche hace mucho, mucho frío…
Raquel Ruiz. 
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3 comentarios:

  1. es realmente gratificante leer estos textos con experiencias de primera mano. me encantan.

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  2. muy interesante Raquel,
    Noluva.

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  3. es esperanzador leer esto gracias raquel

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